¿Qué
estarán pensando muchos de mis conocidos economistas, con MBAs y CFAs que
trabajan con grupos de analistas en las grandes entidades financieras
colombianas de que un personaje como yo -un Administrador de Empresas- esté
comentando sobre economía y, en cierto modo, creando dudas sobre las
proyecciones en las que trabajan día a día en su trabajo?
Obviamente
hacen un raciocinio normal; este señor no tiene analistas, no está recibiendo
información y no va a las reuniones que convoca el gobierno para comentar las
cifras y sus proyecciones.
Eso
es cierto, pero a diferencia de ellos tengo unas ventajas comparativas que
hacen que mi información y mis análisis sean más reales. La primera y fundamental
es que tengo calle o callo, cualquiera de las dos. Yo salgo a la calle y hablo
con las personas, siento lo que sienten y veo in situ lo que está pasando. La
segunda es que mis comentarios y análisis no necesitan estar de acuerdo con el
gobierno corporativo de la entidad donde ellos trabajan ni, por ende, de sus
intereses. Por último, las relaciones entre entidades vigiladas y gobierno
requieren de tacto y muchas veces de aceptación en datos y políticas, temas que
a un independiente no le aplican. Así no lo crean, la mermelada y la presión existe
por fuera del Congreso.
La historia
ha demostrado que lo más difícil de administrar por las entidades financieras y
de inversión son los conflictos de interés. No ha existido hasta ahora una
muralla china lo suficientemente fuerte para hacer que los departamentos de
análisis financiero no estén contaminados con las posiciones de la entidad y de
sus dueños.
Es
por eso que mi análisis puede ser menos científico, y con menos números, pero
más sincero, independiente y práctico. No en vano operé y manejé portafolios de
inversión durante las crisis del 1998, 2002, 2006, 2010, 2012 etc.
Me
gustó mucho el tweet que puso el cantante Silvestre Dangond hace unos días que
decía: “¡El gobierno sabe de cifras, de números, las noticias informan y
agrandan más el problema! ¡Pero yo hablo por lo que veo y siento, estamos mal!”
Todos
los modelos económicos para vaticinar el futuro son buenos como lo son buenas
las recetas de cocina, pero como estas últimas necesitan los ingredientes
adecuados y las medidas exactas. A mi modo de ver ahí es donde tenemos el
problema; si a los modelos se le meten datos errados o demasiado optimistas, el
resultado saldrá errado o inflado.
Cuando
miramos el MFMP (Marco Fiscal de Mediano Plazo) que acabó de sacar el gobierno
y que se viene haciendo desde el 2003, se deben tener en cuenta algunos datos
demasiado relevantes y que cambian totalmente el resultado futuro. Datos como
el precio y la producción de petróleo, el crecimiento económico y el precio del
dólar harán la diferencia. Este MFMP no representa la realidad que tenemos.
Aunque
somos un país que depende económicamente mucho del gasto del gobierno central,
las obras públicas y el precio de los commodities, vemos que cada día tiene más
relevancia el consumo de los hogares. No solamente el consumo de alimentos y
servicios básicos, sino también la compra de vivienda, automóvil, moto,
electrodomésticos y bienes de capital o de inversión hacen que la economía se
mueva y funcione, pero para esto se necesita que haya confianza. Desafortunadamente
las últimas mediciones sobre la confianza del consumidor están muy mal y
claramente se ve en la disminución de la demanda de estos bienes; ¿quién
invierte cuando piensa que las cosas van mal?
Para
que haya inversión nacional o extranjera y para que haya consumo de bienes de
capital se necesita confianza; confianza en la justicia, en que los malos vayan
a la cárcel y los buenos no estén encerrados; confianza en el gobierno, que nos
diga la verdad y que no cambie todos los días sus historias, que se gobierne de
frente al pueblo y para todos; que tengamos seguridad jurídica, que no se
cambien las leyes a la medida de unos cuantos a cambio del resto; que los
impuestos sean justos y coherentes, debemos pagar impuestos, pero no tanto que
acabe con la iniciativa y con el negocio; pero por sobre todo necesitamos que
haya gobierno, que sintamos que al que elegimos manda y está cumpliendo con lo
que prometió en su campaña.
Como
nada de lo anterior está pasando no vamos a tener un crecimiento como el que
vaticina el gobierno. Ese 2.2% no es lograble, estaremos más cerca del 1.5%,
que con un crecimiento del 1.2% anual de la población nos deja prácticamente en
ceros. Colombia para reducir pobreza, bajar desempleo y recibir más recursos
para inversión requiere crecimientos por encima del 4%, cifra que, con la
receta actual de impuestos, justicia y gobierno, es imposible. Imagínense si le
metiera a la receta la corrupción.
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