jueves, 21 de septiembre de 2017

Corrupción enquistada

Ad portas de las elecciones parlamentarias y presidenciales se empiezan a mover las propuestas de los candidatos dependiendo de su ideología o partido, pero hay un solo tema que todos pregonan, que no tiene ideología ni color político: la corrupción.

De los candidatos presidenciales muy pocos podrían en realidad atacar este flagelo. Llevan mucho tiempo en el régimen, conviviendo con la corrupción y realmente no han hecho nada al respecto.


Odebretch, querámoslo o no, nos está abriendo los ojos a los colombianos, y a todos los latinoamericanos, acerca de este mal que nos carcome desde hace tiempo y que definitivamente a demorado el desarrollo y la mejora de calidad de vida en nuestros países. Es importante anotar que este escándalo no hubiera salido a la luz pública sin la ayuda de la Fiscalía de los Estados Unidos.


Desde antes que el presidente Julio Cesar Turbay Ayala dijera su legendaria frase “Debemos reducir la corrupción en sus justas proporciones”, ya habíamos tenido bastantes casos de corrupción en el país asociada a sobrecostos en compras como la de los aviones Kafir o en proyectos de infraestructura como la construcción de la Represa del Guavio o el Metro de Medellín; y el despilfarro, y por ende liquidación, de entidades que fueron literalmente saqueadas como los Ferrocarriles Nacionales, la Flota Mercante o La Caja Agraria. Todos estos casos en su momento fueron huecos de corrupción inmensos, pero hoy en día esos montos son pequeños comparados con lo que nos estamos enfrentando.


Creo que vale la pena hacer una comparación de montos para poner a los lectores en contexto de lo que estoy diciendo. En los años 90’, en el gobierno Gaviria, Dragacol fue un caso muy sonado y se hablaba de detrimento patrimonial por $26.000 millones de pesos; hoy en día Reficar tiene sobrecostos de más de 8 billones de pesos. Esto quiere decir que es un hueco 300 veces más grande.


Decir que se va a atacar la corrupción o que se hará una consulta anticorrupción no son más que saludos a la bandera. Los colombianos debemos mirar de raíz dónde tenemos esta corrupción enquistada. Yo personalmente creo nos ayudaría bastante combatirla cambiando algunas costumbres políticas.

Todos nos acordamos de los auxilios parlamentarios. Estos eran recursos que quedaban en cabeza de cada congresista para ayudar a sus electores; eran un exabrupto, pero tenían monto anual específico y se les daban a todos por igual. Estos auxilios fueron acabados y se crearon los cupos indicativos, que son mucho peores porque son muchísimos más recursos otorgados a dedo dependiendo de si el parlamentario le ayuda o no al gobierno en elecciones o en la aprobación de leyes.


Los cupos indicativos se han prestado para que los congresistas escojan, a dedo prácticamente, al contratista de un proyecto de manera que le pueda devolver los recursos que le entregó durante su campaña. Es por eso que en los corrillos se dice que hoy en día los votos no son de los congresistas, sino de los contratistas. Acabar con los cupos indicativos, quitándole al gobierno la posibilidad de mermelar a los congresistas y que estos a su vez no tengan como contratar en cuerpo ajeno, sería un cambio radical para nuestro país.


A nivel electoral también puede haber cambios que disminuyan la posibilidad de corrupción. El principal es acabar con las listas abiertas preferentes a corporaciones públicas, ya que la competencia entre personas de la misma lista por sacar más votos hace que el que le meta más recursos a la campaña termine ganando. Esto implica manejo desbordado de efectivo, sobrepaso de límites de gastos y, obviamente, financiadores de campañas que buscarán después beneficios. Las listas cerradas implican unidad de criterio, fortalecimiento de los partidos políticos y costos mucho más mesurados de las campañas.


Como pueden ver, estos dos cambios nos ahorrarían bastantes dolores de cabeza en cuanto a corrupción se refiere, pero ahí tenemos dos grandes inconvenientes. El primero es que se necesita un gobierno popular y fuerte para no tener que comprar congresistas y el segundo es que se necesita que quede en la reforma política que deben aprobar los mismos congresistas -a quienes claramente no les interesa-.

Al final volvemos a nuestro mismo círculo vicioso, no sabemos elegir a las personas que dirigen nuestro país y por cuenta de esto será muy difícil cambiar nuestras costumbres políticas y combatir la corrupción.


Hagamos un esfuerzo y en las elecciones del 2018 votemos a conciencia.

 

Liquidez y volatilidad

Si algo no ha cambiado en los mercados financieros mundiales desde hace muchísimos años es la liquidez. Cada vez que hay un asomo de crisis -y mientras la inflación esté controlada- los bancos centrales liberan recursos para disminuir el riesgo. Esta liquidez, por cuenta de la globalización de la economía, termina viajando de país en país buscando mejores rentabilidades.

 

Aunque la liquidez que se pasea por los países ha ayudado a muchas economías también ha generado riesgos en otras, riesgos como sobre-endeudamiento, curvas de tasa de interés invertidas por largos periodos o dificultades para el manejo de la inflación.

 

Mirando lo que ha pasado en la economía colombiana durante los últimos años, hemos aprovechado la liquidez mundial para bien y para mal, aunque generalmente estas distorsiones terminan generando más mal que bien.

 

El país ha conseguido financiarse a tasas de interés mucho más baratas por la liquidez, logró mejorar la calificación de riesgo y consiguió que capitales de fondos de inversión extranjero (capitales golondrina) entraran con fuerza al mercado local.

 

Lo malo de esto es que nos endeudamos más de lo que debíamos. Era fácil hacerlo a tasas competitivas y por cuenta de los recursos de inversión que llegaron se acentuó la revaluación del peso frente al dólar, lo que trajo consigo un aumento de las importaciones con un deterioro de la producción local y de las exportaciones.

 

Al final, cuando se devuelven los mercados, sentimos el guayabo. Tuvimos una devaluación grande que trajo consigo un aumento de la inflación y que a su vez fue difícil de mitigar. El aumento de tasas que tuvo que hacer el Banco de la República fue agresivo y hoy estamos viendo los resultados; una economía mostrando crecimientos bajos y un deterioro en el endeudamiento, en el recaudo de impuestos etc.

 

La misma Reserva Federal ha venido subiendo la tasa y los bonos del tesoro americano a diez años no reaccionan. La curva de tasa de interés sigue muy plana -un síntoma de la liquidez- y no se ve que en el corto plazo vaya a cambiar. Vamos a tener que acostumbrarnos a que el mundo nade en plata.

 

Además de lo comentado anteriormente, la liquidez tiene un efecto narcótico para los operadores de los mercados. Como la liquidez reduce las tasas de interés, el inversionista busca otras alternativas; bien sea con más riesgo, más especializadas o buscando más retorno. Esta búsqueda termina generando volatilidad, que es en últimas lo que les gusta a los especuladores.

 

La volatilidad es la esencia de los especuladores. Si no hay volatilidad en un determinado activo al especulador no le interesa, cambia de mercado, pero sigue especulando. Hoy en día los mercados de derivados, de futuros, de opciones etc., son en la mayoría de los casos más grandes que el mercado spot o del día y una gran porción de la liquidez está en estas estructuras financieras que muchas veces tienen tantos puts y calls, robots dando órdenes automáticas, capitales total o parcialmente protegidos etc., que son difíciles de digerir. Hacen recordar como Álvaro Gómez Hurtado explicaba las encuestas y las comparaba con las morcillas diciendo que saben bien, se ven bien y huelen bien, pero nadie sabe de qué están hechas.

 

Poniendo en plata blanca todo lo anterior debemos prepararnos para tener por más tiempo liquidez y seguramente un aumento en las volatilidades de los activos sujetos a invertir. Esperemos que adicionalmente no le metamos a nuestros mercados riesgo político, votemos coherentemente y miremos a nuestros vecinos para que no repitamos esa experiencia.

 

Ninguna economía de izquierda lo ha hecho bien por estos lares. Tenemos que elegir un gobierno que defienda la economía de mercado, la propiedad privada y la iniciativa privada.

 

Amnesia

Los colombianos somos reconocidos por muchas cosas buenas en el exterior, entre ellas por ser buenos trabajadores, con empuje, ser emprendedores etc. Lo anterior ha ayudado a que, por lo general, a estos compatriotas que terminan afuera les vaya bien, manden recursos a sus familias y ayuden a la economía del país vía remesas. También, desafortunadamente, somos reconocidos por cosas malas como el narcotráfico, el cual nos ha generado una muy mala fama que costará generaciones para hacer olvidar.

 

Últimamente me he dado cuenta que tenemos una nueva mala cualidad, la amnesia. Se nos están olvidando las cosas y, lo peor de todo, esta amnesia nos está costando mucho. Cometemos errores y los volvemos a cometer, quién sabe qué comemos dentro de nuestra dieta alimenticia para que esto nos pase. Claramente, los medios de comunicación son los grandes artífices de esta amnesia; ellos esconden noticias, cambian la realidad de lo que pasa a otras más banales y es por eso que muchas personas se niegan a seguir creyendo en los medios tradicionales y terminan sumergidos en el internet y en las redes sociales donde existe de todo, desde noticias ciertas y las últimas chivas, hasta las mentiras más impresionantes y descabelladas.

 

Pero volviendo a nuestra amnesia, miremos qué cosas se nos han olvidado y cómo por cuenta de esto repetimos y repetimos nuestros errores.

 

1.     El proceso 8000 permeó a gran parte de nuestra clase política con dineros del narcotráfico. Muchas personas cayeron en desgracia por cuenta de esto, congresistas, ministros, etc., pero hoy en día estos personajes se pavonean y son los que otra vez mandan. Se nos olvidó lo que hicieron y no nos acordamos que en esa época mataron a Álvaro Gómez Hurtado, crimen considerado de Estado.

2.     En cuanto a los congresistas siempre vemos el ausentismo, su falta de compromiso, sus visitas en elecciones y su indiferencia cuando están ya elegidos, pero inexplicablemente volvemos a votar por ellos y cada vez sacan más votos los más mediocres.

3.     Entiendo perfectamente que a los jóvenes no les toco el país antes de Álvaro Uribe cuando no se podía salir de las ciudades, ocurrían las pescas milagrosas de la guerrilla en las vías y sus actos de terrorismo por todo el país, pero nosotros, sus padres, tenemos que contárselo para que entiendan que esas personas asesinas, narcotraficantes, mafiosas y corruptas son a las que este gobierno les está entregando el poder. Hablan contra la corrupción y hablan de paz, pero no les podemos creer.

 

Existe la amnesia de sucesos antiguos como los que acabamos de ver, pero también la de sucesos recientes donde se nos olvidan hechos que acaban de ocurrir como el robo descarado del plebiscito del 2 de octubre, donde el gobierno perdió y nos robó ese triunfo. Este es el único país donde no ha renunciado el presidente que pierde un plebiscito, acá campantes seguimos en lo mismo o qué tal la bomba del Centro Andino: ¿ya se nos olvidó? ¿qué ha pasado con las investigaciones?

 

No ha habido un alcalde peor en Bogotá que Petro y ahora lo queremos de presidente, ¿qué tal?

 

Por último, se nos olvidó qué era el comunismo y cómo sufren de hambre en Cuba y en Venezuela. Le cambiaron de nombre, le dicen Socialismo del Siglo XXI o progresismo y ya nos está consumiendo. Por favor, seamos serios. Deberíamos volver a la época de los diarios o las bitácoras donde se anotaba lo que iba sucediendo de manera que no volvamos a cometer los mismos errores cada vez.