lunes, 10 de julio de 2017

Colombia ¿Hemos mejorado en las últimas décadas?

Es difícil entender mirando los indicadores de los países emergentes o en vía de desarrollo cómo llegarán más rápidamente a ser desarrollados. Esto pasa porque un solo indicador no nos dice mucho, debemos mirar bastantes para llevarnos una buena idea de qué pasa en realidad.

Me gusta mucho hacerle seguimiento al Producto Interno Bruto per cápita que divide el PIB de un país entre sus habitantes. Es un buen indicador y si miramos el caso colombiano nos llevamos bastantes sorpresas. Haciendo un análisis de los datos de este indicador para Colombia, algunos países afines y los países desarrollados desde 1990 vemos los siguientes resultados:

Colombia pasó de tener un PIB per cápita en 1990 de US$1,175,15 a US$5,805,61 en el 2016, un muy buen resultado comparado con países como Brasil, México y Turquía, y un poco por debajo de Chile y Perú que tuvieron un crecimiento mayor.

En términos absolutos los US$5,805,61 son un valor bajo comparado con los valores de países afines de la región (Brasil US$8,649,95; México US$8,201,31; Chile US$13,792,93) y mucho más comparado con la OCDE donde el promedio son US$36,741,36. Esto me hace pensar que estamos tratando de entrar a un club al cual no pertenecemos y en donde hay países mucho más desarrollados y con ingresos muy diferentes a los nuestros. En el año 2013 Colombia alcanzó la cifra de US$8,030,59 en su PIB per cápita, pero este valor ha venido cayendo por la devaluación del peso frente al dólar.

Adicionalmente, el valor del PIB per cápita es importante estudiarlo conjuntamente con el coeficiente de GINI, que es una medida de desigualdad económica. Él mira qué tan bien está redistribuido el PIB dentro de la población y quizás es el peor indicador de nuestro país.

Somos uno de los países con mayor desigualdad. La población más vulnerable no ha tenido acceso a este crecimiento y sigue en lugares apartados, con una educación mala y con servicios de salud deficientes.

Aunque los datos anteriores en general nos muestran rezagados de nuestros pares, quiero que miremos otros indicadores que no son propiamente científicos, pero que nos muestran que sí se ha mejorado la calidad de vida de nuestros habitantes.

Primero, Colombia es un país con una geografía muy difícil. Existen sitios demasiado remotos o complicados de acceder donde prácticamente no había llegado ni la civilización. La manera de transportarse y de comunicarse siempre ha sido un problema, pero hoy en día gracias a las nuevas tecnologías mucho ha cambiado. En este sentido el teléfono celular ha generado un cambio brutal en la vida de los colombianos. Pasamos de esos vetustos radio teléfonos y de avisos por emisoras a que hoy en día todo colombiano tiene un teléfono. El índice de Colombia por cada cien habitantes es de 108 teléfonos, lo que quiere decir que tenemos más líneas que habitantes.

Otro cambio que hemos sufrido para bien es el de la proliferación de motocicletas. Independientemente del caos de tráfico y de la polución, acordémonos de los problemas de locomoción desde las veredas a los cascos urbanos, y en las mismas ciudades lo caótico que era. Colombia tiene más de 7.000.000 de motocicletas que se han convertido en un arma de transporte y de trabajo para las familias. El 25% de las familias tienen una moto. Sin embargo, estamos lejos de países como Indonesia, Malasia y Vietnam donde el 80% de las familias tienen este vehículo.

En el tema de la educación se han hecho muchísimos esfuerzos para mejorar la calidad, desafortunadamente en este campo tenemos dos inconvenientes muy complicados de resolver. El primero, la corrupción. Hemos visto como a través de contratos a dedo se han venido robando la alimentación escolar con una desfachatez increíble. Segundo, el cáncer de Fecode quien está absolutamente cooptada por la izquierda. No hacen y tampoco dejan hacer; no se dejan evaluar y no sabemos a ciencia cierta qué le están enseñando a las nuevas generaciones. Seguir trabajando en este campo es primordial.

No quiero terminar esta columna sin hablar de la salud; un tema candente y complicado donde ha pasado de todo, pero hoy en día tenemos más del 90% de la población inscrita bien sea a una EPS o al Sisben. Soy consciente que la calidad no es la mejor y que el sistema esta colapsado, pero comparativamente estamos mejor que otros países inclusive los desarrollados.

Como vemos, al final necesitamos crecer para lograr llegar al club de los países desarrollados y, como lo he venido diciendo, debemos hacerlo por encima del 4%. Para lograrlo toca hacer además de esfuerzos mucho sacrificio; bajar el endeudamiento, disminuir el gasto público y bajar las tasas impositivas debe ser nuestra meta. De eso es de lo que deberían hablar las personas que quieren llegar en el 2018 a manejar a Colombia.


(Cifras y datos de www.bancomundial.org)

Con la misma vara será medido

Faltan todavía 400 días para que se acabe el mandato del presidente Juan Manuel Santos y está sucediendo lo lógico, muchos de sus cercanos colaboradores están buscando otros caminos, bien sea porque quieren ser elegidos y no quieren parecer cercanos al gobierno, o porque la olla está raspada y no tienen de donde mas sacar tajada.

Esto no le sucedió a este gobierno en el 2010, porque se suponía que sería un gobierno de continuidad, y prácticamente todos los que estaban en el gobierno Uribe siguieron, la traición la olieron pocos, pero empezó el 7 de Agosto del 2010. Traicionar a un presidente con tanta favorabilidad como Uribe era riesgoso, el país todavía no se lo perdona, ha tenido de comprar de todo para lograr lo que ha logrado, pero como lo he venido repitiendo, el cariño no se compra.

Sigo sin entender mucho los resultados numéricos de las encuestas sobre favorabilidad del presidente, mientras Gallup habla de 24%, Yanhaas del 12%, datos demasiado diferentes aunque ambos muestran una realidad, que el gobierno, los ministros y su presidente no son queridos por el pueblo, y que este no les tiene confianza.

Los que se están bajando del barco de este gobierno son muchos, empezando por Germán Vargas Lleras y Juan Carlos Pinzón, que claramente no quieren ser los candidatos del régimen o de ser los ungidos con el abrazo del gobierno que quita mas votos de los que pone. Últimamente veo a parte del periodismo dando la vuelta, me imagino quieren volver a sintonizarse con sus seguidores.

Para entender en pocas palabras la mal llamada polarización basta leer el tweet que puso Salud Hernández Mora que dijo a raíz de unas declaraciones del presidente

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Como vemos existe falta de sintonía entre el presidente y los colombianos, es evidente.

Para las elecciones del 2018 existen tres tendencias claras, la primera, la misma izquierda, dividida, con divisiones internas que lo único que los une además del odio a Uribe es la admiración por Chávez y su Socialismo del siglo XXI, que solamente ha traído desgracias a nuestros vecinos, la segunda, el régimen, la mal llamada Unidad Nacional, que son los que quieren ser ungidos por el gobierno, ser los defensores del proceso de paz, que dependerán de la mermelada y ayuda del gobierno para obtener en las urnas lo que no tienen en la realidad, el fervor popular; y la tercera, la coalición del No, que está conformada por el Uribismo, Pastrana y las bases conservadoras y demás colombianos que no están de acuerdo como se ha manejado el país durante los últimos años. Debemos con nuestro voto definir que futuro queremos para nuestro país.

Si el presidente quiere verdaderamente pasar a la historia como el hacedor de la paz, debe hacerla con todos los colombianos, no solo con las Farc, bien lo decía Don Quijote de la Mancha “La ingratitud es la hija de la Soberbia”


La realidad de la economía

¿Qué estarán pensando muchos de mis conocidos economistas, con MBAs y CFAs que trabajan con grupos de analistas en las grandes entidades financieras colombianas de que un personaje como yo -un Administrador de Empresas- esté comentando sobre economía y, en cierto modo, creando dudas sobre las proyecciones en las que trabajan día a día en su trabajo?

Obviamente hacen un raciocinio normal; este señor no tiene analistas, no está recibiendo información y no va a las reuniones que convoca el gobierno para comentar las cifras y sus proyecciones.

Eso es cierto, pero a diferencia de ellos tengo unas ventajas comparativas que hacen que mi información y mis análisis sean más reales. La primera y fundamental es que tengo calle o callo, cualquiera de las dos. Yo salgo a la calle y hablo con las personas, siento lo que sienten y veo in situ lo que está pasando. La segunda es que mis comentarios y análisis no necesitan estar de acuerdo con el gobierno corporativo de la entidad donde ellos trabajan ni, por ende, de sus intereses. Por último, las relaciones entre entidades vigiladas y gobierno requieren de tacto y muchas veces de aceptación en datos y políticas, temas que a un independiente no le aplican. Así no lo crean, la mermelada y la presión existe por fuera del Congreso.

La historia ha demostrado que lo más difícil de administrar por las entidades financieras y de inversión son los conflictos de interés. No ha existido hasta ahora una muralla china lo suficientemente fuerte para hacer que los departamentos de análisis financiero no estén contaminados con las posiciones de la entidad y de sus dueños.

Es por eso que mi análisis puede ser menos científico, y con menos números, pero más sincero, independiente y práctico. No en vano operé y manejé portafolios de inversión durante las crisis del 1998, 2002, 2006, 2010, 2012 etc.

Me gustó mucho el tweet que puso el cantante Silvestre Dangond hace unos días que decía: “¡El gobierno sabe de cifras, de números, las noticias informan y agrandan más el problema! ¡Pero yo hablo por lo que veo y siento, estamos mal!”

Todos los modelos económicos para vaticinar el futuro son buenos como lo son buenas las recetas de cocina, pero como estas últimas necesitan los ingredientes adecuados y las medidas exactas. A mi modo de ver ahí es donde tenemos el problema; si a los modelos se le meten datos errados o demasiado optimistas, el resultado saldrá errado o inflado.

Cuando miramos el MFMP (Marco Fiscal de Mediano Plazo) que acabó de sacar el gobierno y que se viene haciendo desde el 2003, se deben tener en cuenta algunos datos demasiado relevantes y que cambian totalmente el resultado futuro. Datos como el precio y la producción de petróleo, el crecimiento económico y el precio del dólar harán la diferencia. Este MFMP no representa la realidad que tenemos.

Aunque somos un país que depende económicamente mucho del gasto del gobierno central, las obras públicas y el precio de los commodities, vemos que cada día tiene más relevancia el consumo de los hogares. No solamente el consumo de alimentos y servicios básicos, sino también la compra de vivienda, automóvil, moto, electrodomésticos y bienes de capital o de inversión hacen que la economía se mueva y funcione, pero para esto se necesita que haya confianza. Desafortunadamente las últimas mediciones sobre la confianza del consumidor están muy mal y claramente se ve en la disminución de la demanda de estos bienes; ¿quién invierte cuando piensa que las cosas van mal?

Para que haya inversión nacional o extranjera y para que haya consumo de bienes de capital se necesita confianza; confianza en la justicia, en que los malos vayan a la cárcel y los buenos no estén encerrados; confianza en el gobierno, que nos diga la verdad y que no cambie todos los días sus historias, que se gobierne de frente al pueblo y para todos; que tengamos seguridad jurídica, que no se cambien las leyes a la medida de unos cuantos a cambio del resto; que los impuestos sean justos y coherentes, debemos pagar impuestos, pero no tanto que acabe con la iniciativa y con el negocio; pero por sobre todo necesitamos que haya gobierno, que sintamos que al que elegimos manda y está cumpliendo con lo que prometió en su campaña.


Como nada de lo anterior está pasando no vamos a tener un crecimiento como el que vaticina el gobierno. Ese 2.2% no es lograble, estaremos más cerca del 1.5%, que con un crecimiento del 1.2% anual de la población nos deja prácticamente en ceros. Colombia para reducir pobreza, bajar desempleo y recibir más recursos para inversión requiere crecimientos por encima del 4%, cifra que, con la receta actual de impuestos, justicia y gobierno, es imposible. Imagínense si le metiera a la receta la corrupción.

De que lado estamos

Cuando Juan Manuel Santos dijo en una entrevista que después de su gobierno lo considerarían un traidor de su clase, no solo fue cierto, sino que lo sobrepaso con creces. Una cosa es traicionar a su clase y otra muy diferente traicionar a 48 millones de colombianos por alimentar un ego insaciable.

Desde el mismo día de su discurso de posesión con la designación del gabinete y con sus nuevos aliados políticos, cambió el rumbo del país; de defensor del Estado de derecho y enemigo de la narcoguerrilla a todo lo contrario.

No sabemos a ciencia cierta de dónde sacó el temita de hacer la paz cueste lo que nos cueste, pudo ser influencia de su hermano Enrique o simplemente un engaño que se tenía guardado desde hace tiempo. Su amistad con los Castro y su extraña felicidad cada vez que esta rodeado de esa gente -como la foto risueño con los cabecillas de las Farc- da náuseas y sospechas.

Estados Unidos, como aliado natural histórico, no se había dado cuenta de lo que estaba pasando en el país. La incoherencia ideológica de Obama, unido a su elocuencia, tenían adormilado a los estadounidenses y habían dejado pasar el crecimiento de los cultivos ilícitos, la prohibición de la aspersión aérea y la cercanía del gobierno con Cuba y Venezuela. Muy seguramente Santos pensó que también podía timarlos a ellos.

Pero no, si algo tienen claro los norteamericanos es su economía de mercado y su capitalismo. Ayudan a los países que son sus aliados y piden contraprestación, pero desde que empezó el Plan Colombia nos han ayudado con billones de dólares para la lucha contra el narcotráfico y en los últimos tres años los botamos a la basura.

Lo que pasó esta semana ya fue la tapa del gobierno Santos. Tratar de boicotear en la “Conferencia de Prosperidad y Seguridad” en Centro América la agenda que tenía el gobierno Trump acerca de Cuba era torpe y peligroso. Desafortunadamente las cosas salieron mal y nos saldrán caro.

Definir cualquier cosa en un juego de Poker es riesgoso, pero lo es más jugar con el futuro de un país.

¿Quién le dio el poder a Santos de cambiar de aliados, de volverse el mejor amigo de los Castro y de Cuba, de países socialistas que más daño que bien le han hecho a Colombia? - Nadie



Estados Unidos ha sido el país que más nos ha ayudado en nuestra historia y no podemos pedirle ayuda y serle infiel al mismo tiempo. Debemos trabajar para devolverle la confianza en nosotros y en nuestras instituciones para volver a ser el aliado que ellos necesitan. Esto también será un tema por el cuál debemos derrotar al régimen en las elecciones del 2018.

Consideraciones sobre la deuda pública

Colombia ha sido uno de los países más exitosos en cuanto al manejo y funcionamiento de la deuda pública interna en el hemisferio. Hoy en día, es una deuda líquida que representa dentro del mercado de renta fija local el mayor volumen de negociación. Este éxito muchas veces nos trae complicaciones porque para los gobiernos ha sido más fácil conseguir recursos y esto ha representado más endeudamiento que, al ser los títulos más líquidos del mercado, han hecho perder bastante vigencia a los otros papeles de renta fija como los CDTs o los Bonos.

A finales de los años noventa a través del Ministerio de Hacienda se creó lo que se llamó el esquema de creadores de mercado, una metodología que existía en otros países como Estados Unidos y España. Este esquema consiste en crear un mercado de mayoristas -o primer mercado- para la deuda pública compuesta por unas entidades que pueden ir a las subastas (mercado primario). De esta manera se crea un ranking que depende de la cantidad de subastas que se gane durante el año y de las puntas y negociaciones de estos títulos en el mercado secundario. Hoy en día, los principales bancos del país participan en el esquema con algunas comisionistas de bolsa, las subastas se hacen semanalmente bajo la metodología de subasta holandesa y hay tres clases de títulos de tesorería o TES: los TES a corto plazo (títulos a menos de un año), los TES B (títulos entre un año y 15 años en tasa fija con intereses anuales) y los TES UVR (títulos indexados a la UVR).

Dependiendo de los puntos en el ranking las entidades son creadoras de mercado o aspirantes a ser creadores de mercado, que tienen la diferencia de poder participar en subastas no competitivas.

Históricamente los mayores tenedores de estos títulos han sido los fondos de pensiones, las compañías de seguros, los bancos, la fiducia pública y las entidades del Estado que invierten los recursos en el propio Estado. El Banco de la República también es muy activo en la compra y venta de estos papeles, de hecho es uno de los mecanismos que tiene para contracción y expansión monetaria.

En los últimos años ha aparecido fuertemente un nuevo actor en el mercado de deuda pública interna. Este lo componen los fondos de capital extranjero y aunque desde el inicio del esquema algunos habían entrado, no eran relevantes en el volumen con el que participaban. Hoy en día sí son relevantes. La mejora de las calificaciones de riesgo país, el desarrollo del mercado de coberturas Peso-Dólar y la mayor liquidez de estos instrumentos ha hecho que estos fondos entren muy fuerte al mercado y sean demasiado relevantes hoy.


Como podemos ver en la tabla, los fondos de capital extranjero crecieron año a año en un 43.81% y se consolidaron como los segundos mayores tenedores de TES y aunque el gobierno no los cataloga como capitales golondrina sí lo son porque van por el mundo buscando rentabilidad, entrando y saliendo de los mercados locales a la menor oportunidad de encontrar mejores rendimientos. Esto tiene un riesgo al cual debemos hacerle seguimiento: estos fondos están en Colombia porque las condiciones han sido buenas, pero como entraron, pueden salir.

¿Por qué se podrían ir? Porque existan mejores opciones de inversión en otros países con la misma calificación, porque las calificadoras disminuyan la calificación del país o porque alguno de estos índices globales de renta fija disminuya la participación de Colombia en el índice. Además, otro dato importante es que el crecimiento de la emisión de estos títulos año a año es de más del 11%.

El riesgo de venta de estos fondos tiene dos aristas, la primera que no hay comprador en Colombia para esa cantidad de títulos lo que haría subir la tasa a niveles no vistos y, lo segundo, que cuando ellos venden se llevan los recursos para otros mercados generando una gran demanda de dólar y por consiguiente una gran devaluación.


Mirando todo lo anterior vemos lo importante que era para el gobierno la aprobación el año pasado la reforma tributaria y de estar muy atento a las calificadoras de riesgo internacionales, a sus requerimientos y a sus informes, porque Colombia no puede dar papaya.