domingo, 25 de septiembre de 2016

La gran estafa


Cuando al escribir una columna se osa poner este título en un país como Colombia se vienen a la cabeza demasiados temas: los estafas financieras como DMG, Interbolsa, Proyectar, Estraval, o Elite, y las estafas políticas como la elección de Samper con recursos del cartel de Cali, la candidatura de Gaviria tras un discurso del púber hijo de Galán, o, por supuesto, las dos elecciones de Juan Manuel Santos, la estafa de la primera elección cuando se eligió bajo otras banderas y traicionó a sus electores y la segunda, cuando se inventó un hacker para desacreditar a su oponente y ganar las elecciones.

Pero si los colombianos vivimos de estafa en estafa, el combo plebiscito y acuerdo con las Farc se convertirán en la estafa más grande sufrida por el pueblo colombiano.

Nunca el Estado había tenido tanto poder ni en una dictadura un gobierno había tenido compradas o atemorizadas a todas las ramas del poder público, a los gremios de la producción, y a los medios de comunicación. Es por esto que los pocos colombianos que alzamos la mano para criticar casi perecemos en el intento.

La mayoría de las estafas vienen con un contrato o acuerdo leonino, difícil de entender, con letra menuda, y lo suficientemente largo para que los firmantes no lo lean. El acuerdo de La Habana cumple con todos los puntos expuestos anteriormente, y podemos adicionar que las partes firmantes no representan ni siquiera al veinte por ciento de la sociedad.

Eso, las partes lo tienen claro. Se inventaron un plebiscito para que los colombianos refrendáramos el acuerdo, y para esto han hecho todas las marrullas y torcidas de la ley posibles para lograr aprobarlo.

Marullas como bajar el umbral al 13%, hacer una pregunta inducida, utilizar la palabra paz, usar los recursos públicos para la campaña por el Sí, amedrentar a los mandatarios regionales para apoyar el acuerdo a cambio de ayuda y presupuesto, asustar a empresarios y gremios con investigaciones si no lo apoyan, pagar inmensas cantidades de dinero a medios de comunicación en contratos y publicidad. Hacen que las estafas anteriores sean juegos de niños.

Seguramente las votaciones más altas por el Sí se lograrán en regiones, en donde históricamente el voto es inducido y comprado, y la menor donde el voto de opinión es mayoría.

Como todos saben hasta hoy he tomado la decisión de abstenerme de votar esta estafa o fraude, aunque estoy revaluando mi posición debido a que considero que las personas que han trabajado tan duramente por el No, y que han arriesgado sus empleos, su integridad, y sus familias, merecen el apoyo incondicional de los colombianos de bien.

lunes, 19 de septiembre de 2016

No refrendar el engaño

Estamos a dos semanas de tener que votar un plebiscito que no va a solucionar nada pero si nos deja en una polarización sin antecedentes. Polarización que será difícil de acabar después de la elección independientemente que gane el Sí o gane el No.

Todos sabemos que el umbral del 13% es vergonzoso y que esta votación no iba a tener el 50% de los votos requeridos originalmente. La votación claramente no será grande y yo sigo considerando que abstenerse es una posición política viable dado que un mandato como este requiere un apoyo grande del pueblo para ser refrendado internamente.

¿Pero por qué abstenerse, y no votar No, si se está en contra de lo pactado? En mi caso personal no solo estoy en desacuerdo con lo pactado, si no que considero que todo el proceso para llegar a donde estamos ha sido tramposo y ha habido muchas mentiras. Se ha maltratado a la opinión pública de manera que, para mi, votar No implicaría no estar conforme con el acuerdo pero si con el procedimiento, y la verdad en el procedimiento tampoco estoy de acuerdo.

Las razones por las cuales me abstendré de votar son:

1.     El hecho que el gobierno utilice toda la su maquinaria a favor del Sí me indigna, mis impuestos deberían servir para otras cosas más necesarias, y que se haya presionado a gobernantes locales a cambio de dadivas da tristeza.
2.     La pedagogía que debe hacer el gobierno por el plebiscito está amañada y se convirtió simplemente en publicidad por el Sí.
3.     La pregunta escogida por el gobierno es tramposa e induce al votante.
4.     Los topes de gastos no existen, de manera que se podrán gastar millones de pesos para inducir votantes.
5.     Desde que se iniciaron los diálogos, el gobierno ha torcido la ley por todos lados para lograr su cometido.
6.     No le creo nada a las Farc, pero le creo menos al presidente.

Al final si la votación total es mayor al umbral tramposo del 13% pero no es lo suficientemente representativa para el país, será un plebiscito inane, que no tendrá la favorabilidad popular y su refrendación será a medias.

Quiero decirle a mis hijos que no apoyo la trampa, la mentira ni la corrupción, y que la manera de manifestarme es la abstención. El hecho de participar en la votación implica que se está de acuerdo en el procedimiento, con los engaños y en la manera que se llevó a cabo este circo durante más de cuatro años.


Obviamente mi abstención es activa, no es simplemente no votar, es lograr que la mayor cantidad de personas se abstengan y no participen del engaño y la trampa.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Pambelé tenía razón

Es difícil de entender que en doscientas noventa y siete páginas del acuerdo entre el gobierno Santos y el grupo narcoterrorista de las Farc no exista una sola alusión al dinero que este grupo terrorista tiene, y que debería entregar para resarcir las victimas que dejaron durante los más de cincuenta años de vida delincuencial. Estos inmensos recursos, aunados al control territorial que tendrán, pueden generar un problema mayor al que se supone estamos acabando.

El gobierno fuera de haberles dejado intactos los recursos producto de actividades ilícitas como secuestro, narcotráfico y minería ilegal, se está comprometiendo en el acuerdo a gastar en el postconflicto cantidades astronómicas de recursos que pondrán al país en una difícil situación ante el mercado de capitales.

La democracia va a ser atacada cuando estos maleantes empiecen a tener control territorial utilizando estos recursos para ganar elecciones, y para seguir con sus actividades.

Pero no solo el acuerdo funciona con el cochino billete, todo hoy en día funciona alrededor de este. La mal llamada mermelada, los contratos, los puestos o los cupos indicativos no son más que vehículos que utiliza el gobierno para comprar adhesiones o respaldo de políticos al gobierno. El apoyo de miembros del Partido Conservador al Sí del plebiscito seguramente será canjeado por algo de esto.

Los medios de comunicación, especialmente los escritos, son comprados por el gobierno con publicidad y con contratos para que respalden sus planes de gobierno. Terminan siendo no más que pasquines con publirreportajes, pero sobreviven a la crisis.

Al final lo que nos dice todo esto es que Pambelé tenía razón. Es mejor ser rico que pobre y esto lo capto perfectamente el gobierno Santos, que ha sabido utilizar los recursos del estado para conseguir respaldo o, como en el caso del acuerdo, con las Farc, al cerrar los ojos ante los recursos mal habidos de estos para que ellos firmaran un acuerdo sin entregar un solo peso. Los dejara millonarios y libres de toda culpa.

El amor que le tiene la humanidad al billete hace que la corrupción cada día tenga más fuerza, todos quieren ser ricos, y cada vez el tema ético es menos importante. Lo que importa es el cochino billete.


domingo, 4 de septiembre de 2016

Vientos de cambio



Aunque es prematuro cantar victoria, existen señales que por fin la Fiscalía General de la Nación empezará a impartir justicia imparcial, sin tintes políticos y sin ideología de género.

Desde que la Constitución de 1991 creó la fiscalía, esta no ha dado los resultados esperados. Los fiscales nombrados hasta ahora han venido con partitura propia, se ha permitido la infiltración del narcotráfico -y por ende de la narcoguerrilla- desde el principio y, en la ultima dirección,fue claro el aumento de la corrupción, de los contratos como favores a amigos y del favoritismo en el nombramiento de personas por cuenta de su condición sexual o su enemistad con determinada ideología.

Pero: ¿por qué digo que veo vientos de cambio? Primero que todo, confío plenamente en las condiciones del nuevo fiscal, no solo profesionales, si no de carácter y de talante. Esto lo ha demostrado con algunos cambios de manejo en algunos procesos que el país estaba esperando.

En el tema de Interbolsa, que no solo generó unas perdidas económicas para los inversionistas que habían confiado sus recursos a esta entidad, parece ser que los verdaderos responsables de esta hecatombe van ser imputados y fueron cerradas las opciones de liberación. Este caso es importante ya que dio un golpe duro al mercado público de valores y al desarrollo del mercado; desde el 2012 el mercado no se ha recuperado, los volúmenes de negociación disminuyeron, la confianza no ha vuelto y, me atrevo a decir que parte del lío actual de las libranzas, viene por recursos sacados por los inversionistas del mercado regulado a estas nuevas pirámides.

El tema de la aspersión aérea para la erradicación de los cultivos ilícitos también está en la agenda de esta fiscalía porel lado de volverlo a permitir. Colombia no se puede dar el lujo ad portas de un supuesto proceso de paz a que siga creciendo el principal motor de la violencia en el país, el narcotráfico.

El último tema que oí, y tal vez el que me tiene más optimista, es el cambio en el manejo y el curso que se le quiere dar al proceso sobre el asesinato de Álvaro Gómez Hurtado. Este proceso ha sido manipulado por todas las administraciones de la fiscalía porque claramente hay pesos pesados tipo elefante dentro de las investigaciones. Espero pronto tener noticias de nuevos vientos en esta investigación.

No quiero terminar esta columna sin hablar también del cambio de la fiscalía frente a los medios. Estábamos cansados de que se filtraran los casos, las sentencias etc. Este fiscal claramente quiere hacer un cambio. Bienvenido sea.

viernes, 2 de septiembre de 2016

Grandeza tributaria

Aparentemente el gobierno radicará en el Congreso la tan esperada reforma tributaria estructural después de la votación del plebiscito independientemente de quién gane, si el Sí o el No.

Que uno de los grandes escuderos del presidente haya escrito que el país debería hacer caso omiso de la regla fiscal, y por ende de las calificadoras de riesgo, y endeudarse más no deja de asustar ya que, probablemente, el artículo le fue comentado con antelación a Santos.

Colombia siempre ha sido un buen pagador, y debe seguir siéndolo, pues la regla fiscal ha sido un buen parámetro para controlar a demagogos y gastadores compulsivos. El riesgo hoy son las necesidades de recursos que se necesitan para el mal llamado posconflicto. No existe chequera que aguante lo que se acordó en La Habana.

La reforma tributaria que se presente debe ser muy bien estructurada porque se necesitan conseguir muchos recursos adicionales, y como ya tenemos una de las tasas de tributación más altas del mundo, existe el riesgo de afectar el crecimiento y la inversión extranjera.

Seguramente se necesite romper paradigmas como incluir productos de la canasta familiar dentro de los bienes sujetos al IVA y aumentar este impuesto en por lo menos tres puntos, del 16% al 19%. Se benefician más los estratos altos que los bajos con las exenciones del IVA en productos básicos.

Pensar que impuestos temporales siempre se han convertido en permanentes hace hoy impensable acabar con el GMF y con el impuesto a la riqueza.

Lo ideal es tener un estatuto tributario simple, que se paguen impuestos por ingresos y no por patrimonio, ya que esto hace difícil que las amnistías funcionen, y que disminuya la evasión.

Aumentar la base de personas que tributen es una buena opción, pero es poco probable. La concentración de la riqueza en Colombia es muy alta, al igual que el trabajo informal, entonces el asalariado formal y la clase media han sido los más perjudicados en las últimas reformas.

Mirando un poco el desempeño de los diferentes sectores de la economía se debería pensar en tasas de tributación diferenciales. Por ejemplo, al sector bancario en Colombia se le puede poner una carga tributaria adicional y seguirá siendo rentable, mientras que sectores como el agrícola deberían tener tasas de tributación mas bajas.


Por último, la reforma que se radique en el Congreso debe tener el margen de maniobra suficiente para que congresistas puedan cortar y meter sus micos, para que estos no la dañen y pasemos otra vez con una mala reforma que cubra solo el hueco fiscal del año.