domingo, 14 de agosto de 2016

El daño está hecho

Estamos ad portas de salir a votar por el plebiscito. Las cuentas están bastante cerradas y parejas entre el Sí y el No, lo que es un poco extraño teniendo en cuenta que todavía los colombianos no hemos visto los acuerdos firmados, y los temas más relevantes siguen en vilo.

Nunca antes ningún gobierno había logrado una polarización tan grande y peligrosa para el país. Muchas de las cosas que unían amistades están desquebrajadas al punto que en reuniones de amigos se ha prohibido hablar de paz y de política para que no se terminen.

Convertir un anhelo de todos en una política de gobierno y manejarla a su antojo sin el consenso del país fue un error, sobre todo cuando esta implica perdón y olvido para los más grandes malhechores de todos los tiempos.

Malhechores que, aunque el gobierno les ha tendido la mano, siguen a través de las redes sociales demostrando que no están agradecidos ni arrepentidos, agrediendo a la sociedad, añorando a asesinos, que siguen pensando igual, y que quieren llegar al poder para vengarse y cambiar todos los cimientos de la sociedad.

En cualquier país del mundo un plebiscito como este obtendría una votación por el Si mayor al 80%. Que en Colombia haya tanta reacción sólo se explica que no se ha hecho bien ni de frente al país.

Siempre tuve la ilusión que la Corte Constitucional echaría para atrás el plebiscito, y que termináramos en una asamblea constituyente con todas las partes del país involucradas. De esta manera hubiéramos logrado el consenso que el país necesita.

Me preocupa mucho que gane el Sí porque el presidente lo tomará como un triunfo, y no tengo claro que leyes terminará haciendo con la ley habilitante que le dió el Congreso a cambio de mermelada.

Que gane el No tampoco me deja del todo tranquilo, primero porque no se sabe que camino cogerá el gobierno, y segundo porque la oposición tampoco tiene un camino de ruta claro sobre que hacer.


Si el presidente quiere verdaderamente hacer el bien por Colombia, debe a toda costa acabar la polarización en la que estamos; busque consensos, apague los defensores de oficio que agreden, dele a la oposición valor y voz, pero por sobre todo, acuérdese que el orgullo y el ego son malos consejeros.

domingo, 7 de agosto de 2016

El diablo está en los detalles

Aunque los diálogos con las Farc llevan más de cuatro años, y es indiscutible que se han hecho avances importantes, falta el cierre final que involucra cerrar las salvedades o puntos en los que se está en desacuerdo, así como gran parte de la operatividad de los acuerdos.

Los buenos cocineros tienen la misma receta base que usted o yo para hacer sus platos, lo que los hace diferentes y exitosos son los detalles. Esto mismo pasa con estos acuerdos, firmar las generalidades no es difícil, lo complicado son cada una de las particularidades, y sobre esto los colombianos que vamos a votar el Plebiscito sabemos muy poco.

Temas como el funcionamiento de las zonas de concentración, el inventario y metodología de la entrega de las armas; la creación y composición del tribunal de justicia; la participación en política de los miembros de las Farc, las curules, etc. Conocer estos puntos es fundamental para que las personas puedan votar a conciencia.

Por lo tanto, la propuesta del presidente Santos acerca de votar el plebiscito sin que se hayan firmado el acuerdo, no sólo es descabellada si no que es otra trampa más que quiere poner el gobierno a su favor. Insisto que independientemente de si el procurador podía o no hacer las sesenta preguntas al presidente sobre el proceso, este debió contestarlas y dar tranquilidad a los colombianos dejando callada a la oposición. Tristemente, este gobierno insiste en hacer los acuerdos a espaldas del país y de no oír a sus contradictores.

Tuve la oportunidad esta semana de compartir programa de radio con dos defensores acérrimos del proceso de paz. Llegue ilusionado porque pensé que lograría reducir mis dudas y entender esa casi religión por el Sí, pero no, salí con más dudas. Veo mucha intolerancia a las preguntas y, pragmatismo en cuanto a que debemos entregar lo que las Farc pidan a cambio de su firma. Para ellos acabar la “guerra” no tiene precio.

Esperemos que esta vez el gobierno juegue limpio en el plebiscito, que no malgaste los recursos públicos, que no compre gobernadores y alcaldes a cambio de dadivas, que no venda el acuerdo como la panacea de la Paz. Porque así ganen, el malestar y desilusión de los colombianos puede costarnos una verdadera guerra.


Por cuenta de la demora en la firma de los acuerdos, y de la fecha del plebiscito, hay menos opción de lograr este año por parte del gobierno y el Congreso una reforma tributaria estructural. Esto pone en apuros las finanzas públicas y por supuesto la calificación de riesgo.