Estamos
ad portas de salir a votar por el plebiscito. Las cuentas están bastante cerradas y parejas entre
el Sí y el No, lo que es un
poco extraño teniendo
en cuenta que todavía los colombianos no hemos visto los acuerdos firmados, y
los temas más
relevantes siguen en vilo.
Nunca
antes ningún gobierno había logrado una polarización tan grande y peligrosa
para el país. Muchas de
las cosas que unían amistades
están desquebrajadas al punto que en reuniones de amigos se ha prohibido hablar
de paz y de política para que no se terminen.
Convertir
un anhelo de todos en una política de gobierno y manejarla a su antojo sin el consenso del país fue un error, sobre todo cuando esta
implica perdón y olvido para los más grandes malhechores de todos los tiempos.
Malhechores
que, aunque el gobierno
les ha tendido la mano, siguen a través de las redes sociales demostrando que
no están agradecidos ni arrepentidos, agrediendo a la sociedad, añorando a
asesinos, que siguen pensando igual, y que quieren llegar al poder para vengarse y cambiar todos
los cimientos de la sociedad.
En
cualquier país del mundo un plebiscito
como este obtendría una
votación por el Si mayor al 80%. Que en Colombia haya tanta
reacción sólo se
explica que no se ha hecho bien ni de frente al país.
Siempre
tuve la ilusión que la Corte Constitucional echaría para atrás el plebiscito, y que termináramos en una asamblea constituyente con todas las partes del país involucradas. De esta manera hubiéramos
logrado el consenso que el país necesita.
Me
preocupa mucho que gane el Sí porque el presidente lo tomará como un triunfo, y
no tengo claro que leyes terminará haciendo con la ley habilitante que le dió
el Congreso a cambio de mermelada.
Que
gane el No tampoco me deja del todo tranquilo, primero porque no se sabe que
camino cogerá el gobierno, y segundo porque la oposición tampoco tiene un
camino de ruta claro sobre que
hacer.
Si
el presidente quiere verdaderamente hacer el bien por Colombia, debe a toda
costa acabar la polarización en la que estamos; busque consensos, apague los defensores de oficio que
agreden, dele a la oposición valor y voz, pero por sobre todo, acuérdese que el orgullo y el ego son
malos consejeros.