Maldita corrupción
Por:
José Miguel Santamaría Uribe
Definitivamente
vivimos en el país del Sagrado Corazón. Pasan demasiadas cosas todo el tiempo
de manera que lo verdaderamente importante pasa agachado. Existen temas
demasiado importantes o de relevancia que no se tratan y que siguen
perjudicando el ya futuro incierto del país.
Los
medios de comunicación, aunque cada vez tienen menos poder en el manejo de la
opinión, siguen teniendo el manejo de las noticias -cuáles convertir en
importantes y cuáles botar al cesto de la basura-.
Claramente,
el principal problema del país es su clase dirigente pues ellos son los
artífices de todos los males que nos aquejan. La corrupción, entendida como el
mal manejo de los recursos públicos, está a la orden del día, pero se ha vuelto
tan común y tantos comen de ahí que ya no nos escandaliza.
Esa
corrupción que desangra el Estado va desde la mala utilización de un carro
oficial hasta el sobrecosto de Reficar que, de lejos, es el top uno de mal
gasto de los recursos públicos.
Estos
son algunos hechos de corrupción que nos deberían indignar y debería sacar nuestro
patriotismo a flote:
1.
Contratos de asesoría con familiares de
empleados públicos.
2.
Sobrecostos en la alimentación de los niños en
los jardines infantiles.
3.
Contratación a dedo, a través de cupos
indicativos, de empresarios afines al congresista amigo.
4.
Contratación de personas no idóneas a los
cargos.
5.
Gastos innecesarios producto del ego del
empleado de turno.
6.
Compra de votos en corporaciones públicas por
cuenta del Estado a cambio de puestos.
7.
Obras inconclusas y faraónicas producto de una
mala administración de las regalías.
8.
Manejo parcializado de la propaganda oficial que
sirve para comprar conciencias de periodistas.
9.
Utilización de recursos públicos para usufructo
político y personal de jefe de turno.
El
Estado se ha acostumbrado a contratar y esto hace que cada día se cultive a las
personas de esta manera. Solamente pensemos en los contratos que se deben haber
acordado durante el proceso de paz, y ahora por el mal llamado postconflicto.
1.
Todos los contratos de asesoría con ONG durante
estos seis años.
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