Lo
pasado es pasado. El año 2016 fue el año en que se firmó el acuerdo con las
Farc, el año en que se polarizó el país, el año en que se quebraron los pesos y
contrapesos de nuestra democracia y el año en que se gobernó más para afuera,
para los organismos internacionales y las ONGs que para los colombianos.
Pero
no creamos que todo esto ya pasó y que el país en el 2017 se alineará con la
implementación de los acuerdos y el mal llamado postconflicto.
Cuando
el gobierno decidió cerrar a toda costa un acuerdo que los colombianos
rechazamos a través de las urnas, solamente teníamos conocimiento de lo que
estaba plasmado en el papel. Sin embargo, son los otros pactos y temas que
saldrán en el postconflicto los que seguramente serán más comentados y
bombardeados en las redes sociales. Esto seguramente golpeará muy duro al
gobierno en su ya caída popularidad.
Con
seis días corridos del año ya tenemos temas largos para hablar. Empezando por
las zonas de concentración, donde claramente el gobierno por hacer las cosas a
la carrera no las tiene terminadas, todavía no han llegado los narcoterroristas
y ya la veeduría de la ONU se hizo agua. Sabíamos desde hace rato sobre la
camaradería que existía entre estos y las Farc desde La Habana, lo que hace
insostenible la imparcialidad.
El
gobierno, ante eso, no se ha manifestado. Como diría un profesor que tuve en la
universidad: “el gobierno calla para no decir mas mentiras”.
Vendrán
más temas que han sido vedados y acuerdos secretos que no están en los acuerdos
públicos que pocos colombianos leímos. Todos estos temas empezarán a salir
todos los días; cuando algo empieza mal y se cierra mal, pues sale mal.
Quiero
ver qué pasará cuando empiecen a salir los contratos de presidencia hechos a dedo
sobre el postconflicto: las obras en las zonas de concentración, la comida en
estos sitios donde ya nos dieron un adelanto indignante, los baños móviles, el
transporte de los visitantes, de las familias, de los veedores. En fin, como
siempre lo hemos dicho, este ha sido el gobierno de los contratistas y lo
seguirá siendo.
Una
cosa son los guerrilleros rasos que llegarán a esas zonas, pero otra es el tema
de los cabecillas. A mi modo de ver, ellos deben estar allá también o dónde en
el acuerdo se habla que pueden vivir en el barrio Pasadena. Esto les aseguro
dará mucho de que hablar. ¿Será que la guerrillerada se va a aguantar que sus
lideres vivan a cuerpo de rey en Bogotá mientras ellos siguen en el monte?,
difícil.
Otros
temas que darán para mucho son la entrega de los menores, que claramente tienen
en sus filas y que han escondido, y la entrega de las armas que han venido
dilatando y que les duele entregar.
Como
vemos tenemos un año electoral con un gobierno en el despeñadero y con muchos
interrogantes. Esperemos que por el bien del país se resuelvan como debe ser, a
favor de los colombianos y del país.
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