Para
parafrasear al gobierno, pensemos que en Colombia llevamos más de 50 años en
guerras y, seguramente, una de estas es la guerra frente a las Farc. Pero
realmente el colombiano guerrea todos los días por cosas que él considera más
importantes y a las cuales el gobierno Santos no les ha puesto el más mínimo
cuidado.
Según
la última encuesta de Ipsos, los principales problemas que aquejan a los
colombianos son la inseguridad urbana, el desempleo, la crisis económica, la
corrupción, el costo de vida y -hasta el sexto lugar- está el tema de la paz.
Sin embargo, este ha sido el programa bandera del gobierno sin ser un tema tan
relevante para los colombianos.
La
guerra contra la inseguridad urbana de lejos la va perdiendo el gobierno, quien
además ha sacado adelante normas que agrandan el problema. El tema de la dosis
mínima, de la aprobación del consumo de marihuana medicinal, la indiferencia
ante las ollas que hay en todas las ciudades, el auge del microtráfico, y la
impunidad al mayor cartel de la droga hacen inviable ganar esta guerra.
Sobre
el desempleo hay que anotar que ha venido bajando así no estén libres de
cuestionamientos los dos factores que han ayudado a esto. El primero es el cambio
de la metodología que se usa para medición, en donde una persona que haya
trabajado una hora en la semana se considera que no es desempleado, el segundo
es el empleo público que en este gobierno ha crecido bastante.
La
crisis económica ha derivado en un aumento de la inflación que cogió por
sorpresa al gobierno y pesar de las continuas alzas en la tasa de interés por
parte del Banco de la República no ha podido doblegarla. Uniendo esto con el
costo de vida obtenemos una guerra perdida en la cual la población vulnerable
es la más afectada recibiendo esa inflación como el peor impuesto posible.
Aunque
la lucha contra la corrupción debería ser la principal guerra a ganar, esta no
solamente ha sido relegada si no que el gobierno, para lograr sus objetivos, la
ha aumentado en niveles nunca antes vistos. La mermelada para políticos afines
al gobierno, la ayuda gubernamental en la elección de alcaldes y gobernadores
con mala reputación, pero dispuestos a acompañarlos, y la entrega de contratos
a empresarios alineados es alarmante.
Definitivamente
Colombia necesita cambiar de rumbo, que la persona que rija los destinos del
país esté alineada con los problemas que más aquejan a los colombianos. Debemos,
ese 66% que estamos en desacuerdo en cómo se está manejando el país, conseguir
un candidato para el 2018 probo, que pueda hacer la diferencia, que esté
alejado de los vicios de política tradicional, que esté dispuesto a darse la
pela por un país que verdaderamente lo necesita, y que no le guste el poker.
Esa es la próxima guerra a ganar.
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