Desde
que la Corte Constitucional le dio visto bueno al Plebiscito -y por ende a la
nueva constituyente integrada en La Habana por miembros de las Farc,
extranjeros y delegados del gobierno- empezó una nueva batalla: la del Sí, el
No o la abstención.
Obviamente,
todavía no tenemos la sentencia de la Corte como tampoco tenemos los acuerdos,
hasta ahora sólo hay borradores de lo acordado.
Pero
la aceptación del 13% del umbral no da otra opción a la gran mayoría de
colombianos que no estamos de acuerdo con lo pactado, que salir a las calles y
pedir el voto por el No. Un umbral tan pequeño hace impensable la opción de la abstención.
El
gobierno va a utilizar toda su artillería, legal e ilegal, para lograr que el Sí
gane. Esto contempla la utilización de recursos públicos, publicidad cargada y,
por supuesto, las Farc armadas en el campo ayudando.
Independientemente
que el No pierda, una buena votación por este dejará como constancia que un
número grande de colombianos no estamos de acuerdo, que no se nos tuvo en
cuenta, que no comemos entero, que somos conscientes que este no es el camino
para llegar a la paz y la reconciliación.
Porque
si las Farc verdaderamente quieren la paz y la reconciliación, deberían dejar
de atacar al establecimiento y a los opositores por su página de internet y por
las redes sociales. Deberían más bien agradecer a una sociedad que está
dispuesta a recibirlos después de haber sido asesinos, narcotraficantes y haber
cometido delitos de lesa humanidad por más de 50 años.
Por
otro lado, el gobierno Santos sólo ha cometido errores. El último fue la carta
enviada al presidente Uribe a través de la prensa, dejando claro que lo que quería
era un efecto mediático y no una verdadera invitación a dialogar. Yo
personalmente pienso que tanto las Farc como el gobierno deberían tratar de
llevar a Uribe al acuerdo, de esta manera será un acuerdo verdaderamente
nacional. Mientras esto no suceda este circo sólo será un acuerdo entre una
guerrilla narcotraficante y un gobierno desprestigiado.
No
quiero terminar esta columna sin referirme a que el viernes por la tarde Fitch
Ratings pasó de estable a negativa su calificación de Colombia. Este es el
primer paso para una baja en la calificación; el déficit fiscal ha aumentado más
de lo previsto, la reforma tributaria es una obligación este año, y la
popularidad del gobierno de golpe no da para tanto.
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