Si
algo no ha cambiado en los mercados financieros mundiales desde hace muchísimos
años es la liquidez. Cada vez que hay un asomo de crisis -y mientras la
inflación esté controlada- los bancos centrales liberan recursos para disminuir
el riesgo. Esta liquidez, por cuenta de la globalización de la economía,
termina viajando de país en país buscando mejores rentabilidades.
Aunque
la liquidez que se pasea por los países ha ayudado a muchas economías también
ha generado riesgos en otras, riesgos como sobre-endeudamiento, curvas de tasa
de interés invertidas por largos periodos o dificultades para el manejo de la
inflación.
Mirando
lo que ha pasado en la economía colombiana durante los últimos años, hemos
aprovechado la liquidez mundial para bien y para mal, aunque generalmente estas
distorsiones terminan generando más mal que bien.
El
país ha conseguido financiarse a tasas de interés mucho más baratas por la
liquidez, logró mejorar la calificación de riesgo y consiguió que capitales de
fondos de inversión extranjero (capitales golondrina) entraran con fuerza al
mercado local.
Lo
malo de esto es que nos endeudamos más de lo que debíamos. Era fácil hacerlo a
tasas competitivas y por cuenta de los recursos de inversión que llegaron se
acentuó la revaluación del peso frente al dólar, lo que trajo consigo un
aumento de las importaciones con un deterioro de la producción local y de las
exportaciones.
Al
final, cuando se devuelven los mercados, sentimos el guayabo. Tuvimos una
devaluación grande que trajo consigo un aumento de la inflación y que a su vez
fue difícil de mitigar. El aumento de tasas que tuvo que hacer el Banco de la
República fue agresivo y hoy estamos viendo los resultados; una economía
mostrando crecimientos bajos y un deterioro en el endeudamiento, en el recaudo
de impuestos etc.
La
misma Reserva Federal ha venido subiendo la tasa y los bonos del tesoro
americano a diez años no reaccionan. La curva de tasa de interés sigue muy
plana -un síntoma de la liquidez- y no se ve que en el corto plazo vaya a
cambiar. Vamos a tener que acostumbrarnos a que el mundo nade en plata.
Además
de lo comentado anteriormente, la liquidez tiene un efecto narcótico para los
operadores de los mercados. Como la liquidez reduce las tasas de interés, el
inversionista busca otras alternativas; bien sea con más riesgo, más
especializadas o buscando más retorno. Esta búsqueda termina generando
volatilidad, que es en últimas lo que les gusta a los especuladores.
La
volatilidad es la esencia de los especuladores. Si no hay volatilidad en un
determinado activo al especulador no le interesa, cambia de mercado, pero sigue
especulando. Hoy en día los mercados de derivados, de futuros, de opciones etc.,
son en la mayoría de los casos más grandes que el mercado spot o del día y una
gran porción de la liquidez está en estas estructuras financieras que muchas
veces tienen tantos puts y calls, robots dando órdenes automáticas, capitales
total o parcialmente protegidos etc., que son difíciles de digerir. Hacen
recordar como Álvaro Gómez Hurtado explicaba las encuestas y las comparaba con
las morcillas diciendo que saben bien, se ven bien y huelen bien, pero nadie
sabe de qué están hechas.
Poniendo
en plata blanca todo lo anterior debemos prepararnos para tener por más tiempo
liquidez y seguramente un aumento en las volatilidades de los activos sujetos a
invertir. Esperemos que adicionalmente no le metamos a nuestros mercados riesgo
político, votemos coherentemente y miremos a nuestros vecinos para que no
repitamos esa experiencia.
Ninguna
economía de izquierda lo ha hecho bien por estos lares. Tenemos que elegir un
gobierno que defienda la economía de mercado, la propiedad privada y la
iniciativa privada.
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