Aunque
los diálogos con las Farc llevan más de cuatro años, y es indiscutible que se
han hecho avances importantes, falta el cierre final que involucra cerrar las
salvedades o puntos en los que se está en desacuerdo, así como gran parte de la
operatividad de los acuerdos.
Los
buenos cocineros tienen la misma receta base que usted o yo para hacer sus
platos, lo que los hace diferentes y exitosos son los detalles. Esto mismo pasa
con estos acuerdos, firmar las generalidades no es difícil, lo complicado son
cada una de las particularidades, y sobre esto los colombianos que vamos a
votar el Plebiscito sabemos muy poco.
Temas
como el funcionamiento de las zonas de concentración, el inventario y
metodología de la entrega de las armas; la creación y composición del tribunal
de justicia; la participación en política de los miembros de las Farc, las
curules, etc. Conocer estos puntos es fundamental para que las personas puedan
votar a conciencia.
Por
lo tanto, la propuesta del presidente Santos acerca de votar el plebiscito sin
que se hayan firmado el acuerdo, no sólo es descabellada si no que es otra
trampa más que quiere poner el gobierno a su favor. Insisto que
independientemente de si el procurador podía o no hacer las sesenta preguntas
al presidente sobre el proceso, este debió contestarlas y dar tranquilidad a
los colombianos dejando callada a la oposición. Tristemente, este gobierno
insiste en hacer los acuerdos a espaldas del país y de no oír a sus
contradictores.
Tuve
la oportunidad esta semana de compartir programa de radio con dos defensores
acérrimos del proceso de paz. Llegue ilusionado porque pensé que lograría
reducir mis dudas y entender esa casi religión por el Sí, pero no, salí con más
dudas. Veo mucha intolerancia a las preguntas y, pragmatismo en cuanto a que
debemos entregar lo que las Farc pidan a cambio de su firma. Para ellos acabar
la “guerra” no tiene precio.
Esperemos
que esta vez el gobierno juegue limpio en el plebiscito, que no malgaste los
recursos públicos, que no compre gobernadores y alcaldes a cambio de dadivas,
que no venda el acuerdo como la panacea de la Paz. Porque así ganen, el
malestar y desilusión de los colombianos puede costarnos una verdadera guerra.
Por
cuenta de la demora en la firma de los acuerdos, y de la fecha del plebiscito,
hay menos opción de lograr este año por parte del gobierno y el Congreso una reforma
tributaria estructural. Esto pone en apuros las finanzas públicas y por supuesto
la calificación de riesgo.
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